lunes, 31 de marzo de 2025

El poder del optimismo

El poder del optimismo
La tesis principal de nuestra reflexión es que caminamos en la fragilidad y que cualquier ser humano puede caer en el pozo del desencantamiento vital, independientemente de su edad, de su salud física, de su formación académica o de su fortuna económica. Una mala decisión o un paso mal dado pueden arruinar nuestra salud mental en cuestiones de segundos. Una experiencia mal integrada puede ser detonada por un acontecimiento insignificante y provocar desajustes emocionales incontrolables. Siendo así las cosas, la posibilidad de una frustración existencial es tan real como la vida misma. De ahí la necesidad de la fuerza del optimismo para seguir caminando en la fragilidad.

Conviene estar preparado por si tenemos que afrontar estos desajustes emocionales. No olvidemos que las emociones y las conductas están determinadas por los pensamientos. Y esto quiere decir que los desórdenes mentales son el resultado de unos pensamientos negativos: modificando estos pensamientos negativos, podemos minimizar el coste de las perturbaciones mentales y aprovechar mejor la fuerza del optimismo.

Hábitos que minan la fuerza del optimismo

Desde pequeño vamos acumulando sentimientos negativos y percepciones distorsionadas que nos empujan hacia la pista de la autodestrucción: rabia, envidia, ira, odio, codicia, egoísmo, excusas, prisas, desgaste psicológico, tristeza vital, ganas de venganza, pensamientos insanos y otras emociones psicológicamente venenosas. Pocas veces aprendemos a fomentar actitudes vitales de alegría, generosidad, perdón, claridad de ideas, armonía interior, energías positivas y pensamientos creativos que hacen que el gusto por la vida se vaya reactivando continuamente, incluso en los momentos más conflictivos.

La fuerza del optimismo se encuentra en el presente

Tenemos que aprovechar la fuerza del optimismo viviendo conscientemente en el aquí y en el ahora, en el tiempo y en el espacio que nos corresponde en cada momento. No debemos vivir pensando en el pasado porque cuando el pasado no está lleno de fracasos, siembra añoranzas y vivencias infantiles casi paradisíacas que, su única aportación no puede ser más que dañina.

Cuando revisamos nuestra vida, vemos que escasos recuerdos del pasado son creativos: ¿por qué nos empeñamos, entonces, en montar nuestro campamento vital en el pasado? ¿Por qué permitimos que los errores o los éxitos del pasado condicionen nuestro presente? ¿Por qué no somos capaces de vivir en el ahora y en el aquí si somos conscientes de que el presente es el único tiempo vivencial que podemos manejar y que nos coloca en la pista de la programación de lo posible?

La sabiduría popular nos enseña que el agua que ya ha pasado no puede mover el molino. Sin embargo, la mayoría de la gente no llegamos a soltar lastres del pasado y seguimos cargando amargamente con nuestros fracasos, revisando continuamente las facturas pagadas generosamente en su momento, y lo que es peor, dando explicaciones de lo que hacemos o dejamos de hacer. Nos cuesta asumir que querer quedar bien ante la gente es el camino que lleva a la infelicidad, y tendemos a mirarnos en los demás para saber quiénes somos y qué debemos hacer para tener un lugar en este mundo. Pero es agotador vivir instalado en la autovigilancia permanente, intentando cumplir al milímetro las exigencias que no nos corresponden y que además no nos aportan nada positivo.

Establecer nuestra residencia habitual en el presente

Algunos autores sugieren acertadamente que conviene establecer nuestra residencia habitual en el ahora y realizar breves visitas al pasado cuando tengamos que resolver algunos asuntos prácticos de nuestra vida. Personalmente estoy convencido de que algunas ceremonias anuales para recordar los hechos del pasado, sobre todo si fueron traumáticos, no hacen más que reactivar las energías que son completamente destructoras. Quienes, por ejemplo, al recordar el aniversario de la muerte de un ser querido se encuentra sumido en una tristeza vital profunda y prolongada, deberían poner punto final a esta autoflagelación a través de la celebración de un duelo definitivamente sanativo. Si por lo menos con nuestra agonía mental pudiéramos resucitar a nuestro ser querido, tal vez merecería la pena tanto sacrificio. Pero como eso no es posible, la inutilidad de nuestro sufrimiento queda patente.

Seamos resilientes

Los seres humanos tenemos una enorme capacidad para ajustarnos a las circunstancias y recuperarnos emocionalmente de las derrotas y de los hechos traumáticos, siempre que pongamos un poco de nuestra parte. En cualquier caso, es bueno no olvidar que tenemos la posibilidad de tirar hacia adelante o de atascarnos en nuestro pasado. Si elegimos establecer nuestra residencia habitual en el pasado, hemos de ser conscientes de que la conciencia prolongada de impotencia y desamparo es nociva para el optimismo porque favorece los sentimientos de debilidad y fracaso. El sentimiento de impotencia alimentado por los hechos pasados socava la autoestima, consume la iniciativa y agota la esperanza creativa. Por eso creemos que establecer la residencia habitual en el pasado es condenarse al sufrimiento eterno y puede ser el mayor error que un ser humano pueda cometer en vida.

Los beneficios de la fuerza del optimismo

La fuerza del optimismo favorece la predisposición para la iniciativa y el riesgo; ayuda a resistir ante el sufrimiento físico y a persistir en el empeño para conseguir un triunfo. No cabe duda de que la esperanza de una victoria alimenta el esfuerzo, la seguridad y el coraje ante la amenaza de una derrota. Por lo tanto, el optimismo eleva las posibilidades del éxito. Aunque la prudencia, la cautela y la objetividad no son cualidades incompatibles con el optimismo, incluso cuando el optimismo es claramente ilusorio, puede ayudar a cruzar un campo minado con serenidad. Un náufrago puede considerar su desdicha como una condena y adelantar los acontecimientos. O puede pensar que es un navegante en dificultad que concentra todo su empeño en superar los retos para poder contar sus hazañas a las generaciones venideras.

La fuerza del optimismo nos ayuda a vivir sin rencor en un mundo lleno de resentidos, de gente atrapada en su pasado, de individuos que viven pensando solo en la venganza. El optimismo favorece el entusiasmo después de sufrir alguna calamidad; predispone para restablecer la paz interior y anima a pasar páginas a fin de abrirse de nuevo al mundo por descubrir. La fuerza del optimismo nos permite caminar en la fragilidad.

La programación positiva

Muchos pensadores coinciden en que la programación positiva requiere identificar la meta y los pasos para conseguir el objetivo deseado. Nadie duda que incluso los peores avatares de la vida se hacen más llevaderos cuando contamos con la perspectiva que da conocer sus causas, sus efectos y sus posibles remedios. Siendo consciente de lo que somos y hacia donde queremos llegar, podemos establecer los pilares básicos que serán los puntos de apoyo para nuestra opción fundamental. Si sabemos hacia dónde vamos, podemos repasar nuestro ayer con generosidad y no nos costará reconciliarnos pacíficamente con los conflictos que no pudimos resolver, ni con los errores que no pudimos rectificar, ni con las oportunidades que conscientemente perdimos.

Estamos de acuerdo en que nadie debe llevar a cabo una programación positiva si todavía tiene heridas por sanar. No podemos seguir abriendo puertas si antes no hemos cerrado las que no deberían estar abiertas. No podemos iniciar un nuevo camino si todavía tenemos la vista en el ayer. No podemos avanzar si todavía tenemos fijados nuestros objetivos más inmediatos en el pasado. Los profesionales de la salud mental lo llaman “conflictos no resueltos” y aseguran que es muy difícil caminar en la fragilidad si previamente no hemos ordenado adecuadamente los hechos fundamentales de nuestra historia personal.

Una buena estrategia retroalimenta la fuerza del optimismo

Toda decisión estratégica coordina tres ejes: el tiempo, el espacio y las energías materiales y espirituales que definen cada situación. El espacio es el lugar donde desarrollamos todas las acciones que llevan a dirimir cuál de las voluntades opuestas prevalecerá. Es imprescindible elegir bien el espacio vital. No conviene invertir esfuerzos en campos en los que no tenemos una clara ventaja estratégica. Incluso cuando tengamos esa ventaja, hay que evaluar si realmente merece la pena gastar nuestras energías en ese proyecto y si contamos con el tiempo suficiente para ejecutarlo y rematarlo hábilmente.

Algunas personas viven como si el tiempo no tuviera su precio en el mercado vital. Se olvidan que todo lo que hacemos y somos se encuentra enmarcado en un tiempo determinado.

Para algunos, desde el momento de nuestra concepción empieza la cuenta atrás: en cualquier momento puede parar nuestro reloj vital. Quienes piensan de esta forma tienden a tener sus cuentas equilibradas día a día, y son conscientes de que cada día tiene sus afanes. Procuran tener el equipaje preparado por si acaso hay que emprender un viaje imprevisto.

Para otros, con el alumbramiento se abre un tiempo casi indefinido hacia el futuro. Miden sus proyectos en función al futuro y a su proceso biológico. Suelen decir que tienen todo el tiempo del mundo para realizar sus sueños, y no dudan en aplazar sus decisiones y compromisos. Aunque aparentemente viven lejos de la agitación del tiempo, en su interior no sienten armonía porque no tienen sus cuentas actualizadas. A menudo se ven sorprendidos por un viaje imprevisto y son testigos de la ausencia de serenidad en su camino al tener que hacer todo a última hora.

miércoles, 12 de marzo de 2025

La teoría de la hibernación

Hace un par de años me llamó un amigo que hacía tiempo que no se comunicaba conmigo. Cuando le pregunté por qué no había contestado a los mensajes que le fui dejando en su buzón de voz, me contestó que había estado hibernando. Me quedé pensando sobre la teoría de la hibernación aplicada a nuestra vida cotidiana y me di cuenta que la hibernación es un recurso frecuente en el ámbito sanitario e informático, y no tiene nada qué ver con el aislamiento de quien se encuentra deprimido. La hibernación es una estrategia que se aplica conscientemente para conseguir beneficios al mínimo desgaste.

¿Qué es la hibernación?

La teoría de la hibernación
Los diccionarios suelen definir la hibernación como un estado de aletargamiento con disminución general de las funciones metabólicas y temperaturas a que están sujetos algunos animales durante la estación invernal. La hibernación puede aplicarse también a la reducción de las funciones orgánicas por medio de sustancias químicas. Un paciente hiberna con intervenciones anestésicas o terapéuticas en espera de una cura. La hibernación es un estado de tránsito comparable al coma inducido para que el cerebro gaste la menos energía posible a la espera de que los demás órganos se recuperen sin la presión del corazón agobiado y desesperado que continuamente lanza mensajes de socorro sin respuestas. Es lo mismo que hacen los psiquiatras cuando nos encuentran angustiosos y presionados. Nos recetan fármacos para calmar temporalmente la angustia depresiva mientras recuperamos el equilibrio vital.

En el campo informático, hibernar un ordenador es apagarlo pero guardando en el disco duro la información sobre el estado en que se encuentra nuestro trabajo para poder reanudarlo en el mismo punto cuando estemos disponibles para seguir trabajando. Según el fabricante de los ordenadores, cuando el equipo se pone en hibernación, la información de la memoria se guarda en el disco duro. Cuando vuelve a encenderse el equipo, todos los programas y documentos que estaban abiertos en el momento de la hibernación se restauran en el escritorio. Es decir que durante la hibernación se guarda la información con seguridad en el estado en que se encuentra y no se gasta la energía. Esto no ocurre con la suspensión Suspender el equipo es dejarlo en estado de bajo consumo, permitiendo al usuario reactivarlo con un simple movimiento del ratón o pulsando cualquier tecla. Según el fabricante de los ordenadores, es aconsejable guardar el trabajo antes de poner el equipo en suspensión porque mientras el equipo está suspendido la información no se guarda en el disco duro. Si hubiera alguna interrupción en el suministro eléctrico, la información de la memoria se perdería. Es decir que la suspensión gasta energía y no asegura que los datos estén a salvo durante ese estado. De ahí que en caso de necesidad sea preferible la hibernación: gastar menos energía sin renunciar o poner en peligro los logros adquiridos.

Diferencia entre hibernación y suspensión

Podemos concluir que la diferencia entre hibernación y suspensión está en la cantidad de energía que se gasta. La hibernación no gasta nada. La suspensión gasta lo imprescindible para que no se pierda la información pero no es de fiar. Tanto la hibernación como la suspensión provocan situaciones similares a las que provocan el invernar (pasar el invierno en algún lugar, en especial animales como las golondrinas). Hibernar es un término que se puede confundir con invernadero pero no significa lo mismo: mientras que la hibernación supone ahorro de energía, el invernadero es un lugar preparado artificialmente para cultivar las plantas fuera de su ambiente y clima habituales, provocando graves alteraciones en el ecosistema por su elevado coste energético.

¿Cuándo debemos hibernar?

Cuando uno se encuentra muy agobiado y la angustia persiste, es mejor hibernar durante un tiempo. Hibernando, no gastará energía y no hará daño ni a sí mismo ni a los demás. Es una estrategia parecida a la supervivencia de las tortugas durante el invierno europeo: en lugar de poner sus vidas en peligro luchando desesperadamente contra las adversidades invernales, las tortugas se retiran bajo tierra a un lugar seguro a la espera del buen tiempo. Habrá quienes las llamen cobardes y prefieran tal vez la metamorfosis de las serpientes. Pero la metamorfosis no es supervivencia; es tal vez cambiar de imagen, convertirse en algo o en alguien diferente, y para quienes tengan el registro memorial muy activo no es rentable ni aconsejable intentar convertirse en otro en tan poco tiempo y con tan pocos recursos.

Ventajas de la hibernación

En términos humanos, hibernar es un estado vital que puede ser útil para reorganizar o reajustar nuestros estados existenciales sin gastar mucha energía. Cuando el estrés se hace insoportable, cuando el desgaste psicológico es más que evidente, hay que hibernar durante un tiempo mientras se reajustan todos nuestros recursos de supervivencia. Hay que saber retirarse un tiempo mientras pasa la tempestad. Si no te sientes preparado para enfrentarte a una situación problemática, tómate un descanso. No te dediques a gastar tus energías inútilmente. No libres una batalla si de antemano sabes que no la vas a ganar. Si puedes ahorrar energía, hazlo. Es más que seguro que necesites tirar de ese ahorro más de una vez. Ahorrar energía no es más que equilibrar tus fuerzas vitales, evitar proyectos estériles y situaciones que no aportan nada a tu riqueza interior. Se ahorra energía evitando dar vueltas a la misma situación, procurando no implicarse demasiado en elucubraciones que no se fundan en la realidad.

Te aconsejo hibernar cuando te veas al borde del colapso vital

Si entras en un edificio de varios pisos y no sabes a qué piso te diriges, lo más normal es que empieces preguntando a los que viven en los pisos inferiores. Seguro que habrá quienes prefieran empezar por arriba porque creen que es mejor gastar más energía al principio de cada tarea. Pero sabemos que los corredores de fondo gastan menos energía al comienzo de la carrera. Al principio suelen ser los últimos de la fila. No se ponen nerviosos porque conocen sus fuerzas. Y a medida que avanza la carrera se van adelantando a sus compañeros con el asombro de los espectadores. Su secreto está en la confianza en sí mismos. Saben cuándo hay que gastar más energía, cuándo hay que descansar y cuándo hay que mantener el ritmo. Traslademos, pues, ese espíritu a nuestras preocupaciones habituales. Evitemos el desgaste psicológico sin necesidad. Identifiquemos la fuente de nuestro agobio para poder aislarla mientras buscamos tranquilamente cómo combatirla. Procuremos permanecer en el estrés el menor tiempo posible. Midamos nuestras fuerzas reales para poder repartirlas con equilibrio. Hibernemos cuando nos veamos al borde del colapso vital.

Conclusiones

Hay que saber retirarse un tiempo mientras pasa la tempestad. Si no te sientes preparado para enfrentarte a una situación problemática, tómate un descanso. No te dediques a gastar tus energías inútilmente. No libres una batalla si de antemano sabes que no la vas a ganar. Si puedes ahorrar energía, hazlo. Recuerda cuál es el secreto de la vida y no te olvides que caminamos en la fragilidad.