domingo, 20 de abril de 2025

Cambiar de creencias cuando las cosas no van bien


Cambiar de creencias

Una de las preguntas que sigue sin tener una respuesta cerrada es cómo podemos vivir en un mundo en constantes cambios sin que sucumbamos en sus garras. Para la mayoría de nosotros ya no hay territorios conocidos. Somos exploradores en condiciones muy difíciles. Necesitamos reactivar continuamente nuestros esfuerzos para que no se cuestione la firmeza de nuestros pasos. Estamos obligados a ser lentos en las prisas, a salir de la carretera para volver a revisar el trazado de nuestro destino, a volver a empezar para encontrar el camino correcto.


Ralentice tu tiempo

La mayoría de las personas estamos atrapadas en la cultura del consumo. Queremos hacerlo todo, tener éxito y conseguir la felicidad antes de morir. Esta situación provoca, según Carl Honoré (L’éloge de la lenteur (Poche 2021), de Carl Honoré | Marabout), «un constante desajuste entre lo que esperamos de la vida y lo que conseguimos, un desajuste que alimenta la sensación de que nunca tenemos tiempo suficiente. En consecuencia, la tentación de ir más deprisa, a contrarreloj, pasa a ser irresistible. Nos hemos vuelto adictos a la actividad» (Retrouver sa tortue intérieure – L’Express (lexpress.fr)). El tiempo que no nos lleva el trabajo, lo entregamos generosamente al smartphone, ese objeto que duerme con nosotros, nos acompaña en la mesa, en el baño, en la cocina, en la espera del autobús. Ese objeto que nos despierta por la mañana, que echamos de menos cuando estamos al volante o haciendo el amor. El ladrón del tiempo está con nosotros.


Según Wearden, «cuando tienes la sensación de que el tiempo se detiene o se ralentiza, tu percepción, tu memoria y tus capacidades se agudizan, es decir que en menos tiempo percibes más, te escuchas a tí mismo y escuchas a los demás. Muchas veces no nos damos cuenta de la vertiginosa velocidad de nuestra vida porque seguimos inconscientemente a quienes van por delante. Vamos hacia dónde van los demás como Vicente en el refrán español (dónde va Vicente, donde va la gente). Pero tarde o temprano nos encontramos viviendo una vida que no nos corresponde, llevando cargas que no son nuestras y soñando con ilusiones que pertenecen a nuestros vecinos. Si tenemos suerte, podemos recuperar nuestra opción fundamental, aquella que hace que seamos distintos de los demás en la pista vital. Si, por lo contrario, seguimos despistados, nos encontraremos recorriendo deprisa un callejón sin salidas o un túnel con curvas, con la garantía de un fracaso inevitable.

Recuerda que creer es crear

A una máxima menos cuestionada (querer es poder) habría que añadir que creer es crear. Si bien la voluntad es el motor de nuestro poder, son las creencias las que van trazando nuestra forma de vivir, de tal forma que podemos afirmar que intentamos vivir de acuerdo con nuestras creencias. Por eso solemos decir que la fe mueve montañas.

Sabemos que hay creencias que la humanidad repugna, a pesar de contar con muchos fanáticos. Por ejemplo creer en la supremacía racial o profesar el racismo antropológico. Estas creencias tienen bastantes seguidores pero la humanidad las rechaza por ser destructoras. Si alguien que forma parte de este grupo quiere cambiar de estilo de vida, necesariamente tendrá que cambiar de creencias. Y al ser creencias de grupos sectarios que persiguen a los desertores, quien se separe de ellos tendrá que cambiar forzosamente de escenarios. Hay otras creencias, sin embargo, que, aunque no hayan colmado de plenitud a quienes las profesan, en sí mismas siguen siendo sanas, positivas y constructoras. Este tipo de creencias sanas no deben ser cambiadas sino más bien empoderadas en un escenario más productivo. Cuando hablamos de cambio de creencias nos estamos refiriendo a las creencias destructoras confesadas en intimidad. No olvidemos que las creencias sanativas son aquellas que sintonizan mejor con nuestra opción fundamental y que deben ser fomentadas.

Empodera las creencias flexibles

A mi modo de ver, si una opción fundamental está bien elegida no se quiebra con facilidad. Simplemente hay que conseguir que sea flexible, adaptable al cambio del escenario y del tiempo. Recordemos que el organismo que triunfa es aquel que se adapta fácilmente a las nuevas circunstancias. Una fe rígida no se adapta: se quiebra. Una creencia flexible se encarna en cada cultura sin perder su pureza. Los antiguos evangelizadores imponían el cristianismo como una unidad compacta que se diluía en cuanto daban libertad a sus seguidores. Los nuevos misioneros intentan que el evangelio llegue al corazón de la gente a través de la inculturación, sin violentar la cosmovisión de ningún pueblo. Aunque el debate sobre este procedimiento no está del todo cerrado, las bondades de la inculturación son incuestionables. Se trata, en el fondo, de cambiar de creencias sin violentar la base humana.

Se dice, con razón, que lo que nos repetimos de forma constante configura nuestros estados emotivos y acaba siendo realidad. Hay profesionales que afirman que lo que sentimos no depende, en gran medida, de lo que está pasando sino de lo que pensamos. Esto quiere decir que si controlamos nuestros pensamientos, controlaremos nuestra vida. Es cierto que no resulta sencillo cambiar de hábitos aprendidos, pero afortunadamente todo lo que aprendemos lo podemos desaprender también. Éste es un consuelo para mucha gente que solemos equivocarnos. Es maravilloso descubrir que el aprendizaje no excluye el desaprendizaje.

Todo aquel que haya intentando realizar algún cambio en su vida se habrá dado cuenta que normalmente es más fácil cambiar los aspectos materiales que los espirituales. Por eso a veces resulta más rentable, a corto plazo, cambiar estos aspectos físicos porque los resultados son más visibles y gratamente estimulantes. Quienes caminamos en la fragilidad tenemos que canalizar temporalmente nuestras energías en aquellas acciones que realmente están al alcance de nuestro campo de acción y que su conquista puede entusiasmarnos para seguir avanzando. Personalmente sigo pensando que muchas veces resulta más eficaz buscar soluciones parciales para sobrevivir durante un tiempo que correr tras soluciones definitivas que se alejan cada vez que damos un paso hacia adelante. Lo importante es ser conscientes de la temporalidad de nuestras soluciones parciales. Podemos caminar desde lo complejo hacia lo simple (cambiar de creencias para poder cambiar de estilo de vida), o cambiar desde lo simple hacia lo complejo (cambiar de escenario para poder reordenar las creencias). Optar por un camino o por otro dependerá de la situación real de cada uno. Lo decisivo es ser consciente de que las soluciones parciales no son definitivas y que las cosas no tienen porqué ser cómo queremos en todo momento, ni que las personas han de comportarse cómo nosotros esperamos. E necesario centrarnos el hic et nuc, en la realidad presente y tomar conciencia de que no podemos conseguir todo lo que nos proponemos por mucho empeño que pongamos. No todo es cuestión de actitud positiva ni de insistencia, pero evidentemente si no deseamos algo. no estaremos motivados para perseguirlo.

Nota final

Toda decisión estratégica coordina tres ejes: el tiempo, el espacio y las energías materiales y espirituales. El espacio es el lugar donde desarrollamos todas las acciones que llevan a dirimir cuál de las voluntades opuestas prevalecerá. Es muy importante elegir bien el espacio vital. No conviene invertir esfuerzos en campos en los que no tenemos una clara ventaja estratégica. Incluso cuando tengamos esa ventaja, hay que evaluar si realmente merece la pena gastar nuestras energías en ese proyecto y si contamos con el tiempo suficiente para ejecutarlo y rematarlo hábilmente.
Algunas personas viven como si el tiempo no tuviera su precio en el mercado vital. Se olvidan que todo lo que hacemos y somos se encuentra enmarcado en un tiempo determinado. Para algunos, desde el momento de nuestra concepción empieza la cuenta atrás: en cualquier momento puede parar nuestro reloj vital. Quienes piensan de esta forma tienden a tener sus cuentas equilibradas día a día, y son conscientes de que cada día tiene sus afanes. Procuran tener el equipaje preparado por si acaso hay que emprender un viaje imprevisto. Para otros, con el alumbramiento se abre un tiempo casi infinito hacia el futuro. Miden sus proyectos en función del futuro y de su proceso biológico. Suelen decir que tienen todo el tiempo del mundo para realizar sus sueños, y no dudan en aplazar sus decisiones y compromisos. Aunque aparentemente viven lejos de la agitación del tiempo, en su interior no sienten armonía porque no tienen sus cuentas actualizadas. A menudo se ven sorprendidos por un viaje imprevisto y son testigos de la ausencia de serenidad en su camino al tener que hacer todo a última hora.

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