Nuestra actitud frente a la muerte redimensiona nuestra forma de relacionarnos con los demás seres vivos. El sabernos mortales, al menos temporalmente, relativiza nuestra existencia en este mundo pasajero y nos ofrece un marco en el que la empatía y la esperanza confluyen en el mismo camino, un camino frágil pero lleno de gozos. Este es el secreto de la vida. Si el final de nuestra existencia no nos provoca un rechazo frontal y casi infantil, como mínimo nos pone ante un espejo que confirma nuestra caducidad terrenal, y eso no es ningún soplo de aliento. Es una invitación a pensar sobre el gran secreto de la vida.
¿A quién me dirijo?
La siguiente reflexión gira en torno a cómo podemos caminar en la fragilidad sin sucumbir al agotamiento psíquico. Principalmente se dirige a quienes sienten curiosidad por su salud mental, y pretende ser una herramienta más para afrontar la crisis existencial que de vez en cuando llama a nuestra puerta. Su estructura simple permite que sea una reflexión de autoayuda, de tal forma que cualquiera que tenga curiosidad acerca del sentido de la vida pueda aprovechar estas líneas para ir reordenando sus inquietudes vitales. Se trata de un saludable ejercicio de reflexión que puede ayudar a prepararnos ante posibles situaciones existenciales y evitar, de esta forma, caer en estado de pesimismo estéril que nos desgaste inútilmente. Cuando un problema admite solución, lo relevante es hallar la estrategia adecuada para resolverlo.
No dejarse morir
La experiencia nos enseña que ante una situación nueva y amenazante ponemos todas nuestras fuerzas para sobrevivir. Es evidente que no es necesario tener una varita mágica o estar bien entrenado para salir airoso de esta situación. Gabriel García Márquez publicó, en 1970, el relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber. El mismo náufrago reconoció que su heroísmo consistió exclusivamente en no haberse dejado morir de hambre y de sed durante todo ese tiempo. Él no tenía recursos psicológicos probados en ensayos clínicos, pero sobrevivió porque simplemente no se dejó morir. No tiró la toalla.
Quienes hemos vivido situaciones bélicas sabemos que el deseo de seguir viviendo y conseguir sufrir lo menos posible abre caminos inimaginables. La verdad es que no hace falta estar preparado para sobrevivir. Sobre la marcha vamos abriendo puertas y cerrando otras. Ahora bien, la diferencia entre contar de antemano con recursos de autoayuda y de tener que descubrirlos sobre la marcha está en la cantidad de energías que invertimos en la búsqueda del camino que consideramos adecuado. Éste es el único motivo que puede justificar que el lector siga leyendo estas líneas.
El entrenamiento personal nos permite racionalizar los recursos
Mi convicción es que el entrenamiento personal nos permite racionalizar los recursos para conseguir nuestros objetivos al menor desgaste. Cuando reflexionamos serenamente sobre los diferentes procedimientos en tiempos de crisis emocional, estamos llevando a cabo el sano ejercicio de pensar con rigor. Por eso deseo que la siguiente reflexión sea una de tantas herramientas que el lector puede utilizar para pensar con serenidad en la conflictividad existencial. No olvidemos que las emociones y las conductas están determinadas por los pensamientos. Y esto quiere decir que los desórdenes mentales son el resultado de pensamientos negativos: modificando estos pensamientos negativos, podemos minimizar el coste de las perturbaciones mentales.
El secreto del éxito está en la resistencia
Los interrogantes que asaltan a quienes se hacen preguntas profundas o reflexionan sobre principios vitales se resumen en cómo lograr estabilidad personal y social en un mundo desequilibrado por fuerzas adversas. Caminar como si todo fuera normal es un consuelo que no puede durar mucho tiempo. Por eso hay que aprovechar ese optimismo temporal para reorganizar el viaje existencial, convencerse de que solo quien resiste tiene posibilidad de durar más en la conflictividad vital. Todos aquellos que en algún momento de su vida han sabido acompañar a personas cansadas, decepcionadas y hondamente tristes saben que el secreto del éxito está en la resistencia.
Convertir las amenazas en oportunidad
Vivir nunca es fácil para nadie. Tratamos de alcanzar los horizontes soñados, incluso en las condiciones más adversas. Vivir es mantener despierta nuestra actividad, luchar continuamente contra las caídas y los estancamientos vitales, convertir las amenazas en oportunidad, aprovechar las fuerzas que a veces están en contra de nuestra marcha y tomar partido en la estabilidad de nuestra vida. Probablemente haya que pactar con el autodominio, la persistencia y la capacidad de motivarse uno mismo. De esta forma nos mantendremos en la realidad sin perdernos. Incluso nos atrevemos a desafiar lo impensable o a vivir en el interior de las turbulencias sin temor a lo imprevisible.
La guerra se gana por batallas
Sabemos que la complejidad de la vida nos sitúa en la pista de lo temporal, donde el gusto por la vida necesita, muchas veces, ser estimulado. Por eso al principio del camino es contraproducente toda búsqueda de soluciones totales y definitivas, pues constantemente estamos llamados a explorar pistas nuevas y provisionales, a mantener desplegadas nuestras antenas vitales. La hipótesis de que la guerra se gana por batallas parece incuestionable. Si el viento no sopla a nuestro favor, lo primero que deberíamos hacer es buscar soluciones parciales que mantengan nuestro ánimo y hagan que la resistencia tenga sentido. Si buscáramos soluciones totales y definitivas, la probabilidad de una decepción estaría garantizada. Y en situaciones conflictivas, la decepción no favorece para encontrar una buena salida. Por eso es mejor empezar por conquistar terrenos que están a nuestro alcance, consciente de que cada conquista es un paso hacia adelante.
Tener claro cuál es nuestra opción fundamental
Si no tenemos nuestra vida centrada en principios sólidos y flexibles estamos condenados a la quiebra. Esta es una constante amenaza que, incluso acecha a los más intrépidos. De ahí la necesidad de adelantarse a los acontecimientos para no decaer antes de iniciar el camino. Probablemente habrá que contar siempre con el inevitable fracaso que puede deslumbrar todo y condenarnos al eterno derrumbamiento. En estas circunstancias, la claridad de los principios fundantes amortigua el golpe y las probabilidades del fracaso se reducen al mínimo. Por eso es muy importante que tengamos muy claro cuál es nuestra opción fundamental.
El fracaso y el éxito son dos caras de una misma moneda
Partimos de un hecho muy sencillo: por una parte, la vida es multicolor y por otra parte el fracaso y el éxito son dos caras de una misma moneda, compañeros inseparables en la pista de la resistencia. El problema es que nos encontramos muy temprano ante la necesidad de tener que elegir una de las dos caras y luchar para que nuestra elección sea el tono de nuestra vida. Tanto en el éxito como en el fracaso, la resistencia representa un papel esencial.
La copa de la vida esconde sonrisas y lágrimas
Creemos que cualquier resistencia lleva necesariamente la predisposición de no dar por perdida ninguna batalla. Ésta es la sabiduría de quienes toman en serio su propia vida y no conceden oportunidad a los intrusos, ni siquiera a los falsamente parásitos. Tal vez la experiencia vivida o contemplada nos recuerde, muy a menudo, que la copa de la vida esconde sonrisas y lágrimas. Conformarnos con una u otra realidad depende de nuestra opción fundamental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario