Resumen de la historia
La historia de los discípulos de Emaús es una historia pedagógica que intenta responder a la pregunta de cómo acompañar a una persona que acaba de perder la fe en alguien. Los discípulos de Emaús, después de asistir a la muerte de Jesús su Salvador y no ser testigos de su triunfante resurrección se marchan de Jerusalén. Se sienten estafados, decepcionados, frustrados y quemados. Por eso aparece Jesús para consolarlos, animarlos y enviarlos a la misión. Veamos el procedimiento pedagógico que San Lucas utiliza para enseñarnos cómo aconsejar y acompañar a alguien que acaba de perder el gusto por la vida.
Cómo acompañar a alguien que acaba de perder el gusto por la vida
1.-Caminar
Los discípulos iban caminando y Jesús se puso a caminar con ellos (Lc 24,13-16). Está claro que no hay posibilidad de superar un estadio sin ponerse a andar. Si no te pones a caminar nadie se une a tu camino porque las batallas perdidas no son atractivas para nadie. Cuando uno se pone a caminar, tarde o temprano encuentra el camino. O al menos se cruza con alguien que amablemente le ayuda a encontrar el camino. Lo que nadie puede pretender es encontrar el camino sin moverse de sitio. Por lo tanto, es necesario ponernos en camino para que tengamos posibilidad de hallar respuestas a preguntas que nos impiden ver el horizonte con claridad. Los místicos hablarían de la necesidad de tener una experiencia del éxodo como la tuvo el pueblo de Israel en Egipto. Ciertamente, sin una experiencia de éxodo no hay experiencia de liberación; sin la muerte no hay resurrección; sin sacrificio no hay éxito. Si queremos salir de nuestra situación de crisis tenemos que aceptar que el sacrificio forma parte del camino del éxito, y sobre todo tenemos que ser conscientes de que la rendición es el certificado de la caducidad.
2.-Contar
Jesús pregunta por la conversación de los discípulos entristecidos. Y les deja hablar y desahogarse porque es el mismo necesitado quien tiene que ir poniendo nombre a sus frustraciones (Lc 24,17-24). Como nadie es capaz de adivinar lo que nos está pasando, si no lo contamos nunca lo sabrá ni tendrá la posibilidad de ayudarnos a ordenar nuestras experiencias. Quien necesita ser aconsejado debe contar lo que le está pasando. Lo importante no es la coherencia de sus relatos sino su sinceridad porque no podemos pretender que una persona emocionalmente agitada nos haga un relato impecable. Se trata, más bien, de contar la realidad de sus experiencias sin maquillarla. La tendencia habitual suele ser intentar esconder algunas vivencias que creemos no van a gustar a nuestro interlocutor, pero casi siempre el centro de la gravedad suele estar en lo que tendemos a obviar. Cuando relatamos nuestras vivencias nos damos cuenta que nuestra vida no está hecha sólo de fracasos, por mucho que nos empeñemos en centrarnos en nuestros males. Conocer nuestra historia es descubrir sus riquezas y pobrezas; es poner de relieve las principales carencias que tenemos y tantear qué tipo de soluciones necesitamos. Contar nuestras vivencias nos ayuda a descubrir lo que podemos ofrecer a los demás y lo que esperamos de ellos. Desahogarse es un paso muy importante que nos ayuda a relajarnos y así poder revisar nuestras historias con una cierta claridad. Por eso quien quiera acompañar a alguien tendrá que escuchar previamente sus fracasos y esperanzas. Sin este paso previo, lo más seguro es que construya su propio castillo en un terreno que no es suyo, condenándose al trabajo inútil y sin esperanza. Hay que dejar a los demás que hablen de sus cosas, de sus fracasos y esperanzas y a partir de sus reservas vitales (o fortalezas) trazar un camino de posibles.
3.-Concretar
Vivimos en un mundo aprisado en el que es muy difícil relatar con calma nuestras vivencias. Incluso cuando logramos que alguien nos escuche, aparecen muchas circunstancias que provocan ruido a nuestro alrededor. En esta historia de Emaús, el camino y el atardecer favorecen la escucha activa. Una vez que los discípulos han terminado de contar sus vivencias interviene Jesús para simplificar los hechos para una mejor comprensión. Llamándoles “insensatos” (Lc 25, 25-27) deja muy claro que él sabe de lo que habla. De hecho lo demuestra cuando ofrece las claves para entender lo que ha pasado. Les explica lo que dice la Sagrada Escritura y lo que predijeron los profetas. La confusión de los discípulos es tal que a pesar de las claras explicaciones de Jesús ellos no entienden nada. Pero ya no hay tiempo para que él siga centrando sus experiencias porque están llegando a su destino. A veces cuando el mensaje no llega con claridad, hay que tomar un descanso para volver a reflexionar sobre todo el procedimiento. Por eso Jesús no insiste. No quiere ser un pesado. De hecho se dispone a despedirse de ellos cuando le invitan a hospedarse en su casa porque la noche está cayendo sobre la ciudad.
4.-Comer
Hay que invitar a nuestro acompañante para que se deje sentir uno de entre nosotros (Lc 24,28-32), forme parte de nuestro destino y celebre con nosotros nuestros éxitos y fracasos. Si no le invitamos, seguirá adelante y perderemos nuestra oportunidad. A veces cuando uno se siente deprimido o desorientado tiende a autoaislarse, se adentra en un callejón sin salidas y vive de la autocompasión en su castillo blindado. No se da cuenta que si sigue cerrando sus puertas, tarde o temprano la gente se cansará de esperar a que les abra y se irá con la música a otras partes. Esta reacción es lógica porque no es el acompañante quien necesita ser acompañado y no tiene porqué perder sus energías en una persona que no pone de su parte. Algunas personas creen que el mundo está en deuda con ellas y esperan todo de todos a cambio de nada. Olvidan que el camino del egoísmo, igual que el camino de la mentira, está condenado al fracaso. Alguien dijo que para todas las generaciones confundidas, el primer criterio es el propio bienestar. Pero si realmente queremos que el bien revierta en nuestro propio destino tenemos que ser generosos con los demás y tener la invitación siempre preparada, incluso para los forasteros. Aunque parezca mentira, la generosidad genera generosidad. Cuando los discípulos de Emaús comparten el pan con Jesús se les abren los ojos y le reconocen. Desaparecen el miedo, la tristeza y las frustraciones. Cuando experimentamos un encuentro creativo se nos abre un abanico de los imposibles y empezamos a consentir los sueños que antaño ahuyentábamos con nuestro pesimismo.
5.-Compartir
Curados por la fuerza de Jesús, los discípulos se encuentran en condiciones de volver a Jerusalén y contar lo que les ha sucedido (Lc 24,33-35). Es el comienzo de la misión resiliente: anunciar la buena noticia. Se les ve ansiosos de llegar a Jerusalén para proclamar que Jesús está vivo. Curiosamente, cuando llega a la ciudad santa, descubren que sus compañeros han tenido también la visita de Jesús. Tanto los que habían abandonado la comunidad como aquellos que se quedaron comparten juntos la buena noticia. No hay rencor entre ellos. Los antiguos «desertores» son reintegrados otras vez porque han descubierto el motor de sus vidas y se dan cuenta que la crisis crea oportunidad de superación. Ciertamente, el camino de la humanidad es una cadena de solidaridad. Cuando se levantan los caídos reciben la misión de cuidar a los demás. Por eso decimos que el egoísmo resta fuerza al proyecto común y no es nada creativo. Es de bien nacido ser agradecido. Cuando el enfermo recupera fuerzas no se marcha a atender sus asuntos: se dispone para cuidar a quienes están peor que él. El soldado que se recupera de las heridas no se va a emborrachar: limpia su arma y se une a los compañeros en el campo de batalla. Muchas veces se nos olvida que nos debemos a los demás desde que nacemos hasta que morimos. Si rompemos esta cadena de solidaridad nos estaremos condenando al camino solitario y estaremos condenando a nuestros compañeros al fracaso. La alegría o el éxito que no se celebra en comunidad es una desgracia. Por eso los discípulos de Emaús vuelven a Jerusalén para compartir su alegría. Saben que el optimismo infunde optimismo, y que los demás necesitan a veces oír que los sueños se cumplen para poder seguir soñando.
Lectura del texto bíblico
1.El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. 2.Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, 3.y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4.No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. 5.Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? 6.No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: 7.»Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite. «» 8.Y ellas recordaron sus palabras. 9.Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás. 10.Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas. 11.Pero todas estas palabras les parecían como desatinos y no les creían. 12.Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio las vendas y volvió a su casa, asombrado por lo sucedido.
13.Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, 14.y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. 15.Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; 16.pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.
17.El les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. 18.Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» 19.El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; 20.cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. 21.Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. 22.El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, 23.y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. 24.Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»
25.El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! 26.¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» 27.Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.
28.Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. 29.Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. 30.Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31.Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado.
32.Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» 33.Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, 34.que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» 35.Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.
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